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11 ago 2013

Lo cierto es que.

¿Qué resite inalterable el paso del tiempo?

Lo que existe, lo real y lo que algo de verdad tiene.

El tiempo es un inmenso tamiz sobre el abismo y nuestra existencia la arena derramada que se cuela por él. En su gruesa trama quedan solamente, como gemas, la verdades que pudimos comprender en vida. Verdadera felicidad, verdadero daño, verdadero amor, verdadero dolor. 

El Arte contiene alguna de ésas perlas de verdad, por eso es imperecedero. La ficción, pulida finamente  por el artista, refleja la realidad como un espejo mágico. Apreciamos verdadera determinación en el David de Bernini, podemos comprender la ambición verdadera leyendo Macbeth.

La obra de arte puede no ser bella, pero siempre es legítima

La belleza aunque privada, ofrece un disfrute compartido, gratuito. Detrás de ésto está el mohín de las bellas, sus reparos a ser miradas. Saben que están dando más de lo que reciben.
Por esto cuando la belleza se suma a la sencillez se hace natural y libre. Se convierte en algo sublime. Algo tan difícil de explicar como sencillo de apreciar.
 Si se sabe mirar.

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